21/11/15

La colección más particular

Coleccionar implica agrupar cosas parecidas. Hay quien colecciona sellos, monedas o billetes de metro. Una colección nos permite centrarnos en un objetivo único e inamovible, de este modo nos convertimos en un adicto a la búsqueda y obtención del objeto coleccionable, hasta tal punto que llegamos incluso a verlo por todas partes, lo que además de la categoría de adicto, nos confiere la de obsesivos. El coleccionista es comparable a un pirata que se pasa la vida cuidando y ampliando su tesoro, que pasa a ser una importante parte de éste. Hay muchos tipos de colecciones, pero a grandes rasgos podríamos diferenciar dos, las de largo y las de corto plazo, siendo estas últimas simples caprichos, como la colección de cromos que hacíamos de pequeños; las de largo plazo son otro asunto, la persona que las posee se ha dedicado a agruparla durante mucho tiempo, a veces sorprendentemente, sin  querer. Cuando encontramos una persona que tiene una colección a largo plazo podemos descubrir muchas cosas de ésta, porque al final la colección es una parte de su vida que, quiera o no, crea un vínculo con éste, absorbiendo a la vez gran cantidad de tiempo de su existencia.
Si lo pensamos, el amor es un poco eso, nos convierte en obsesos y adictos de momentos con alguien, que queremos repetir incesantemente. Los enamoramientos serían nuestras colecciones a largo plazo, fruto del paso de un tiempo en el que se han ido recolectando anécdotas, impresiones, sueños y por qué no, también desilusiones. El amor, por tanto, no existe si no se busca, aunque eso no contradice el hecho de que exista sin provocarlo, como cuando alguien inconscientemente va guardando todos los tickets de la compra en el monedero, sin saber que, por raro que parezca, es un coleccionista de tickets, porque inevitablemente los agrupa y coloca cada día. El hecho de amar es convertirse en el más inconsciente de los coleccionistas, pero el más afortunado, poseyendo así la colección más particular y única en el mundo, que está formada paradójicamente por abstracciones que se guardan en la mente, en lugar de por objetos ordenables en un cajón.

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