-Hagamos un trato,
yo te doy esta piedra y tú la tiras lo más alto que puedas.
Y cuando esté en su punto más alto,
te diré un secreto.
-¿y si no consigo llegar lo suficientemente alto?
-Lo vas a hacer
Entonces tiré la piedra, no hizo falta que me lo dijera,
yo ya sabía el secreto,
y es que por muy alto que llegara
jamás conseguiría dar a un ángel
porque precisamente él es el que me da la piedra,
y la lleva mucho más lejos
de lo que yo sólo pudiera alcanzar.
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