28/11/15

Iguales en naturaleza, graduales en cuanto a razón

Siempre he sentido curiosidad por la hipocresía. Es difícil entender la capacidad que tienen muchas personas para mentir. No dar la cara es sólo uno de los principales síntomas de ello, los timadores nunca actúan sosteniendo la mirada, se esconden fingiendo estar siempre con el pecho descubierto, cuando en realidad saben que son los únicos con chaleco antibalas. Vivimos en un mundo de superficies ¿cómo vamos a poder ver más allá de una fachada? En parte es culpa nuestra no detectar a los que dicen ser lo que no son, no nos preocupamos de ahondar en ellos, porque por desgracia la sociedad no es sólo un engaño, sino que también es individualista. Buscamos lo mejor para nosotros o como mucho, lo mejor para nuestro alrededor porque sabemos que nos influye directamente. Somos codiciosos. Y mientras cada uno se preocupa de mirarse el ombligo, un mentiroso se ocupa de ir comiéndote el coco muy despacito para calar en lo más profundo de nosotros. Aparentemente un ser frío que habla como si las personas fueran ciencia, como si a él mismo le diera igual lo que otros humanos piensen, situándose de manera irreverente por encima de cualquier Dios. Y tiene razón, el instinto humano no se basa en el respeto y la colaboración, pero la evolución nos ha permitido ir más allá del instinto. El caso es que este sujeto del que hablaba es tan impertinente que incluso se califica a él mismo de transparente, cuando hasta el mismo sabe que todo su razonamiento es una maraña de mentiras basadas en razonamientos sujetos a radicalismos, creo que sobra decir que la realidad no son los extremos sino el equilibrio. Nunca  le faltarán las palabras o el aliento, y siempre pensará que el progreso puede ser fruto de la discriminación y del engaño, sin embargo el desarrollo yace en las bases del aprendizaje humano de respetarnos mutuamente considerándonos iguales por naturaleza (aunque no sea siempre posible en cuanto a la razón individual).

No hay comentarios:

Publicar un comentario