Dame las gracias
en vez de patadas,
que yo te regalé las botas
con las que me das en la cara
mientras estoy inmóvil
y en el suelo
de tanto alcohol
que bebí para olvidar
que valen más las botas
que la lealtad de un gilipollas.
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Piratas que suben al mástil
de un barco viejo
de madera roída
y sin armamento
ni cañones.
Piratas que se suben a un mástil
de miseria,
y aún así prefieren su horizonte ahí,
antes que el de cualquier Everest.
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Rebobinar la película que dirigiste,
ver que no pinto nada de protagonista
y que la secundaria es mil veces mejor.
Rebobinar la película
para ver si así puedo recuperar la sal
de todas las lágrimas perdidas.
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Tú y yo, cubriéndonos,
huyendo de la sociedad,
siendo ilegales,
cuando las reglas no permiten amar
sin límites,
ni morales, ni éticos, ni absurdos.
Tú y yo tan desaparecidos,
y nuestro amor,
en busca y captura,
con una recompensa
de partir nuestro corazón compartido,
y la amenaza
de poseer aguja, hilo y un poco de locura.
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