Qué bonito ser poeta
cuando estás feliz
o enamorado
y las palabras salen a borbotones,
y no sabes callarte porque la boca va sola,
y no sabes dejar de-escribir todo lo que sientes,
porque es tan bonito que todos tendrían que poder disfrutarlo.
Qué triste ser poeta cuando sufres,
y tu mano no para,
y el corazón se te sale del pecho
sin necesidad de coger un cuchillo
porque los propios sentimientos
son los que cortan
y hacen sangrar las manos
para obligarte luego a escribir con ella
a modo de tinta
para que nunca olvides
que lo que está en el papel lo pusiste tú
y que las heridas nunca cicatrizan del todo,
si se abren cada dos por tres.
Qué inevitable ser poeta cuando se es poeta.
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