7/6/15

Sol y lluvia. Lluvia y sol.

Llovía. Pero a la vez hacía sol. Tanto sol que cegaba. Tanto sol que quemaba. Aunque la lluvia nos consolaba, podíamos aguantar esa gran radiación gracias a ella. Sin embargo, la lluvia se hizo más fuerte. El sol ya casi no lucía. Y la lluvia nos caía en las quemaduras anteriores. Ahora era una tortura, una tortura helada. Aún así había sol. Cualquier mínimo rayo nos servía para acordarnos del calor, de que existía. Y volvería. Porque nunca hay sol sin que haya un poco de lluvia. Pero jamás lloverá sin una gota de sol.

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