6/1/17

Incapaces

A veces pienso que soy incapaz.

Incapaz de interpretar a las personas, de decir "no tengo tiempo para ti", de preocuparme un poco menos por lo que realmente no me afecta, incapaz de no darle 150 vueltas a las cosas o de enredarme en futuros planes que nunca saldrán de mi cabeza (ni de mi boca). Incapaz, al fin y al cabo, de relativizar. Mi cabeza gira en torno a un alboroto vacío y yo soy incapaz de darle un significado. Y no es que no escuche al mundo, ni que el mundo no me escuche a mí, nada de eso, lo que verdaderamente ocurre es que con tanto ruido alrededor he desaprendido a escucharme. No soy un incomprendido, soy el amante de la soledad y me rodeo de miles de fantasmas cuyas motivaciones están igual de muertas que ellos. Soy un ciego que mira el mundo con ojos escépticos y cada vez que miro al espejo no me reconozco. No puedo identificarme con nadie porque sé que si lo hiciera me defraudaría, y no quiero ser un ente del mundo que camina sin brújula. Sólo quiero ser capaz de volver los ojos hacía dentro para no necesitar nunca más ese espejo que me describa gráficamente. Quiero llegar a la abstracción y oír mi propia vida, para escribir una canción o un poema y así no olvidar jamás aquello en lo que creo y eso por lo que vivo. Quiero convertir mi pasión en himno oficial de mi destino y dejar como legado inspiración. No hay causas que no den lugar a reflexión, como nunca habrá gritos que se encierren en un armario, ni consecuencias que no nazcan de todo lo anterior. Siempre habrá personas en el mundo rompiendo espejos, y nunca más podremos decir que dé mala suerte, porque eso significará que en medio de toda esta superficialidad, hemos escuchado a fondo. Nos hemos escuchado a fondo y ahora sí somos capaces cantar que el camino de la vida es mucho más que el terreno que pisamos al andar.

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