Días cuesta arriba
con pensamientos cuesta abajo
y palabras a trompicones,
de esos en los que te quieres ir lejos
y no saber más del mar,
del viento,
del agua,
de su piel
o de su risa.
Días en los que, si tienes suerte,
se acerca un amigo
te presta su hogar,
y te enseña que el mundo,
vayas donde vayas, es un jodido desastre,
pero que si compartes una cerveza
Madrid puede oler a playa,
a montaña,
a humo,
a espuma,
o a alquitrán.
Porque da igual dónde estés, si estamos juntos
¿Qué me dirías si te digo que te quiero?
¿Qué me dirías si fuera capaz de calcular el valor de un suspiro en anhelo?
¿Qué me dirías si te digo que sólo con tocarme prende el Olimpo?
¿Qué me dirías si rompo a llorar y es por tu boca?
¿Qué me dirías si pongo cara de idiota?
¿Qué me dirías si navegara en el vacío de tu voz y buscará un mar donde hundirme?
¿Qué me dirías si el mar fuera menos profundo y pudiera tocar fondo solamente en tu costa?
¿Qué me dirías si pierdo la batalla?
¿Qué me dirías si voy a un bar viejo a buscar refugio?
¿Qué me dirías si te digo que nunca te sabré curar y que nunca dejaré de intentarlo?
Hoy he recordado que pienso
y que necesito expresarme.
No se por qué lo había olvidado.
La muerte a veces es solo la ausencia de vida,
la vida a veces no es nada.
No puede ausentarse la nada.
A veces estamos muertos,
pero respiramos.
El cambio existe,
la conformidad es una mierda,
la costumbre es aburrida,
las mentes
también se cierran,
los brazos no siempre acogen,
y la falta se nota.
No somos los mismos,
no somos lo mismo.
Y estaría bien,
si no nos jodieramos
fuera de lo que es el colchón.
La música se vive
solos, o con gente.
Vivir en pareja es hacer tu vida,
pero con alguien.
Vivir solo es hacer tu vida,
y ya.
Dormir no siempre es descansar.
Comer no siempre es saciarse.
Hablar no siempre es decir la verdad.
Bailo sola pensando en alguien
o
alguien me recuerda a la música.
No lo se,
pero bailo
mal
y
sola.
