26/11/16

Magnum photos

Todo empieza cuando te das cuenta de que lo que buscas no es lo que vas a encontrar. Así de fácil.

Introduzco “Magnum photos” en google imágenes y al instante salen mínimo 345 fotografías del arma con dicho nombre. Magnum photos, es desde 1947 una agencia internacional de fotografía gracias a un grupo de reporteros de guerra que decidieron que ya era hora de unirse para conseguir sus propios derechos de imagen. Desde entonces, los fotógrafos pertenecientes a esta agencia han reflejado el hambre, la pobreza, la guerra, las drogas, la fama, la religión, los crímenes y muchos otros temas que forman parte del conjunto que hoy en día llamamos sociedad, denunciando injusticias de la manera más visual y silenciosa posible, porque a veces lo que necesitamos es un poco de silencio para ser capaces de percibir todo aquello que sobrepasa los límites que nosotros mismos nos imponemos. Y es que uno de los adjetivos que define al ser humano es “selectivo”. Seleccionamos de entre toda la realidad las cuatro o cinco cosas que consideramos más importantes e ignoramos aquellas que son molestas, repetitivas o imposibles de solucionar. Decidimos excavar un hueco en el vertedero que constituye nuestro mundo y nos metemos en él cubriéndonos los ojos para imaginar que estamos en un paraíso inigualable.

Siempre me ha gustado la fotografía, supongo que es por esa manía individual de que todo quede registrado, de que no se escape ningún detalle del universo, de sentir que todo tiene su importancia. Los colores del atardecer de Zahara, las arrugas de las manos de mi abuela, los ojos verdes de un gato negro, la calidez de una hoguera en invierno, el olor a pan por la mañana, la sonrisa de la persona más triste que he conocido hasta el momento...
De pequeña pensaba que las cosas bonitas, lo atractivo, era lo que debía ser fotografiado, sin embargo con el tiempo he ido cambiando de opinión. Todo merece ser recordado. A los ocho años nada cambiaba, para mí, mi madre seguiría con ese aspecto tranquilizador y superior toda mi vida, mi habitación siempre estaría pintada de amarillo y la moto de mi padre seguiría siendo un objeto admirable y a la vez misterioso para mí. Ahora todo cambia, la gente no es lo que parece, cada gesto tiene un trasfondo, cada acción una consecuencia y la ignorancia parece voluntaria.

A veces, me meto en internet, abro google y escribo unas cuantas palabras al azar, acto seguido miro las imágenes relacionadas y las observo detenidamente. En ocasiones, lo que aparece no tiene nada que ver con lo que realmente quería encontrar, imagino que es porque las palabras en sí sólo nos sirven para nombrar, la diferencia está en qué significado tenga para cada uno el objeto o pensamiento a denominar. Y ahí es cuando vienen los problemas, cuando para mí magnum significa imágenes y para google significa arma. Extrapolando esto a una sociedad en la que cada persona haya decidido sus prioridades con distintos criterios, se podría llegar a pensar que la incapacidad de utilizar la palabra correcta para cada situación es el origen de todos los problemas. Sin embargo, aunque encontráramos una palabra para cada sentimiento o pensamiento (con todos sus matices dependiendo del tipo de persona, su posición social, edad, sexo, religión, raza, color de pelo y longitud de pestañas) nos encontraríamos que la variedad de las opiniones es incluso mayor que el número que se corresponde con la población mundial existente. Es lo que suele pasar con Nene. Nada más salir de clase me dirijo como de costumbre hacia el metro. Muchos días voy solo, otros, me acompaña Nene, pero como vive a dos manzanas del instituto nuestra conversación se reduce siempre a una charla de cinco minutos que acaba en una discusión sobre cualquier tontería por el mismo motivo que he explicado antes, la enorme incapacidad del ser humano para usar el vocablo adecuado. Después me pongo los auriculares y continúo. Paso el abono por el torno y me sumerjo en una profunda reflexión conforme voy bajando las escaleras mecánicas. A menudo trata de aquello sobre lo que he discutido con Nene, al principio trato de encontrar la frase exacta que me dé la razón en nuestra próxima pelea, luego me voy por las ramas y acabo trepando por el infinito árbol que constituye mi mente. Mi mente. Qué curioso el cerebro que no se limita a ser un órgano físico, qué extraño hogar para las ideas.

El cuerpo humano a veces se define como una “máquina perfecta”, una máquina que, a mi juicio, no sólo es perfecta sino que además es única. La cosa se complicó más cuando ya no hablábamos del cuerpo exclusivamente, sino que el concepto de persona se introdujo de manera sigilosa en nuestro vocabulario, entonces fue necesario diferenciar entre animal y humano, y de forma prioritaria, reducir esa diferencia entre los propios hombres, que se habían dedicado desde los orígenes de la sociedad a crear grupos y estatutos que los separaban entre sí. La cabeza ya no era únicamente un cráneo y un cerebro, existía también aquel curioso hemisferio izquierdo al que asociaban las cualidades artísticas de cada individuo, su imaginación e incluso su locura. Entonces la máquina de la que hablaba ya antes, incluiría este conjunto de cuerpo y persona, de lo sensorial y lo abstracto, de lo demostrable y lo milagroso. La Ética demostró que estaba por encima de todas las ciencias e impuso su tabla de mandamientos, que se conocerían como Declaración Universal de los Derechos Humanos. En conclusión, los humanos somos personas y por ello, somos iguales.

La voz del metro interrumpe mi reflexión anunciando la próxima parada. Entonces me doy cuenta de que la canción que estoy escuchando no me gusta. La cambio. Levanto la mirada y veo a un ejecutivo de unos 50 años, parece serio; a su lado un chico joven, probablemente universitario luce una riñonera y unas rastas como símbolo del tipo de vida que lleva. Pienso que son opuestos. En ese momento vuelvo a pensar...¿Iguales? Tal vez sí en dignidad, en derechos, pero en opiniones, en puntos de vista no somos ni parecidos, de hecho me apuesto lo que sea a que los llamados tópicos universales como son el amor, la muerte o incluso la política, poco o nada se podrían englobar en unos cuantos modelos que nos diferenciaran. Me atrevo a decir que la globalización es una ilusión. Me atrevo a decir que no existen visiones generales. La generalización es necesaria, y a pesar de ello, el concepto más erróneo posible. Generalizar supone redondear percepciones en lugar de números, para luego clasificar todo lo que captamos. Si cada uno pudiera hacerse su ideología particular, lo haría, y a fin de cuentas, todos en su cabeza ya la han generado incluso sin percatarse si quiera. Y lo mejor es que todas las ideologías, como las opiniones son reales y válidas. La del ejecutivo y la del joven. La de todos los polos opuestos. “Próxima parada: Las Musas” De nuevo la voz me recuerda que la realidad no se reduce a las ideas. Qué decepción se llevaría Platón. Salgo del tren y voy esquivando a la gente para llegar la primera a la salida. Un guardia del metro me para. Me pasa a menudo. Mira mi mochila y se desilusiona al comprobar que alguien con mi aspecto no lleve nada extraño. Me da pena, los prejuicios nos hacen presos de una cárcel construida a base de apariencias.

Por fin llego a casa. Miro la foto que imprimí ayer para un trabajo, se copió dos veces y la segunda copia la coloqué en mi corcho. Es bonita. Representa la revolución hippie, en ella se ve una fila de soldados armados y protegidos con sus cascos y trajes especiales y, enfrente, un grupo de personas con el pelo largo y ropa suelta (o desnudos) y un chico que aparece colocando una flor en el fusil de uno de los militares. Parece una metáfora: una guerra en la que el mayor ataque es no atacar. Una guerra en la que la mayor provocación es el amor en público, en la que lo políticamente incorrecto para unos, es besarse, y lo más real para los otros, son los efectos de la droga, a los que dan protagonismo con un movimiento artístico como es la Psicodelia. Los jóvenes reivindicaban la necesidad de ser más humano y menos tabú, reivindicaban la libertad y creían en un mundo más justo, pero sobre todo creían en que se podía lograr.

Me vuelvo a acordar de Nene, del ejecutivo, del universitario, del guardia...Cada hombre y cada mujer es un mundo. Buscamos la comprensión del resto de los mundos individuales, pero por encima de todo buscamos que el resto comprenda nuestra manera de ver las cosas. Artistas de todo el mundo intentan demostrarnos que la belleza no es la misma para todos y que las realidades en las que estamos envueltos se puede contemplar con matices y colores diferentes dependiendo de la posición que ocupes en el momento de su captación. Ellos intentan gritar con pintura, con palabras o con el propio silencio. Porque en los conflictos humanos, la visión de las cosas depende de la perspectiva y posición que tomemos. A veces pienso que todos somos un poco artistas, porque todos podemos expresarnos. La palabra es, desde mi punto de vista, el gran instrumento de la revolución, y cuando hablo de revolución me refiero a una revolución de ideas, una reivindicación de una inteligencia que parece que se ha escondido tras una sociedad pasiva e inmóvil. Todos somos capaces de decir algo. Somos una marea de ideas que en conjunto forman un océano constituido por la misma agua. Y es que somos iguales, eso es lo complejo del asunto, somos iguales en valor, dignidad y derechos, cada uno de nuestros mundos vale exactamente lo mismo, pero también somos artistas y nuestras voces son diferentes. Cada uno de nosotros es un soldado que lucha por defender sus ideas en una guerra en la que parece más sencillo admitir una sumisión hacia el más fuerte que organizarse para formar un ejército de creadores de un nuevo movimiento. La debilidad del hombre se traduce en un conflicto, una guerra fría y salvaje entre habitantes de un mismo planeta que creen luchar contra un enemigo completamente opuesto, una guerra que empieza por la generalización de opiniones distintas que se ofenden y que, en consecuencia, desemboca en una lucha por la razón y el poder, una guerra en la que se combate cuerpo a cuerpo, pero también palabra a palabra. Una guerra que acaba con la comprensión de que detrás de cada vocablo se esconde un juramento, un compromiso o un sentimiento que lo convierte en único. Todo debe quedar registrado, porque todo tiene su importancia...por eso me emociona la fotografía.



20/11/16

Somos

Ya no sé a dónde nos dirigimos,
ya he olvidado nuestro origen
y sólo sé que caminamos,
que somos estrategas del viento
y la mirada.

Que somos aún sin ser
y jugamos a mirarnos lento
sin saber por qué.

Que somos nulos
cuando se trata de huir,
o separarse.

Que somos mucha mullara
y poca fortaleza,
porque lo que defendemos
es nuestra naturaleza
y libertad.

Que somos inspiración,
ganas, acción y consecuencia.

Que somos testarudos de cojones,
y eso nos ha separado mil veces.

Que somos fieles hasta la reencarnación
y eso nos hace reencontrarnos.

Que somos así,
perdidos, pero en plural.